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Villaluenga desde el mirador |
Subiendo por una estrecha carretera sinuosa, que desde la
marroquinera Ubrique pasa por Benaocaz, junto a una antigua calzada romana, y
cruzar el puerto del Cintillo y Aguas Nuevas, llegamos a el pueblo que corona la
provincia de Cádiz, con sus 858 metros sobre el nivel del mar, y es que en el
límite de ésta con la serranía de Ronda se encuentra Villaluenga del Rosario,
enclavada en lo más profundo de un valle glacial (la Manga de Villaluenga).
Este pequeño pueblo, que no llega a los 500 habitantes, se recuesta a los pies
del Navazo Alto y mirando a la Sierra de Líbar, en pleno Parque Natural de la
Sierra de Grazalema.
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Fuente antigua |
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Calle Vázquez Gutiérrez |
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Ayuntamiento de Villaluenga |
Su nombre procede, seguramente, de lo alargado de su casco
urbano, y el apellido “del Rosario” fue añadido en el siglo XVIII, por la
inmensa devoción que se procesaba en el pueblo a su patrona, la Virgen del
Rosario. Habitada la zona desde tiempos inmemoriales, como demuestran los
restos encontrados en las numerosas cuevas que perforan sus macizos calizos,
fue "paso natural fundamental, comunicando los valles de los ríos Guadiaro
y Guadalete, el mundo atlántico con el mediterráneo, el Campo de Gibraltar con
las sierras interiores y la Andalucía occidental con la Alta Andalucía".
Estuvo ocupada por los árabes desde el 716 hasta 1.585, año
en el que Rodrigo Ponce de León, marqués de Cádiz y duque de Arcos, la
reconquistó. Tal era su importancia por aquellos tiempos, que el 11 de enero de
1498 fue nombrada capital del señorío de las siete villas (Benaocaz, Grazalema,
Ubrique, Archite, Cardela y Aznalmara, además de la propia Villaluenga).
Desde la reconquista hasta la invasión napoleónica,
Villaluenga disfrutó de prosperidad económica, tanto es así que llegó a
financiar parte de la construcción del puente sobre el Tajo de Ronda, aportando
10.000 ducados. En aquellos tiempos destacaba por su industria textil y la
fabricación de tejas, perdidas ambas, hoy vive del corcho y de la ganadería,
destacando la fabricación de quesos de cabra payoya.
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Iglesia del Salvador (cementerio) |
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Interior de la iglesia del Salvador |
En la villa (incluida dentro de la ruta de los pueblos
blancos) destacan el ayuntamiento, con su particular fachada, la iglesia de San
Miguel, la antigua iglesia del Salvador, la plaza de toros y el Museo del
Queso.
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Cementerio |
La iglesia de San Miguel data de principios del siglo XVI, situada
en el centro del pueblo y de planta basilical con tres naves, contiene una
capilla bautismal barroca y a la Virgen del Rosario, talla de muy buena
factura, y patrona de Villaluenga, como ya hemos comentado. En cuanto a la
iglesia del Salvador, de 1722, fue quemada por las fuerzas napoleónicas, y
desde entonces se utiliza como cementerio, siendo uno de los lugares más
curiosos de la villa.
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Alameda (con la iglesia de San Miguel a la izquierda) |
También llama poderosamente la atención la plaza de toros,
una de las más antiguas de España y que tiene la peculiaridad de ser poligonal
en vez de redonda. Antiguamente no estaba cerrado el graderío, y se decía que
era la plaza más grande del mundo al tener sus tendidos en las estribaciones de
las montañas.
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Plaza de toros |
Fuera de las calles blancas de trazado árabe de la villa, al
fondo de la Manga, discurre un riachuelo que solo lleva agua en época de
lluvias, y que va a desembocar en la “
Sima de Villaluenga”, una abrupta cueva
que salva un desnivel de 450 metros y de más de 7 kilómetros a través de las
montañas de roca caliza, y que sale a la luz de nuevo en la fuente de Ubrique.
Esto es todo por hoy, pero próximamente recorreremos los
Llanos del Republicano, donde descubriremos los bellos paisajes que guarda esta
preciosa villa entre el cielo y la tierra.
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Sima de Villaluenga |
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Manga de Villaluenga |
Para saber más:
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Lirios en pleno invierno |
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